Sara, es una enfermera que tiene màs
de tres años de laborar en el hospital del pueblo, este dìa viernes trece ha sido muy
agitado, entraron muchos pacientes para
ser atendidos, accidentados, baleados,
acuchillados, quemados, etc...etc...aunque cansada Sara toma su
trabajo con mucha responsabilidad, y su
carácter alegre y jovial no cambia en ninguna circunstancia, observa el reloj
de pared colgado en el vestíbulo, las diez y diez minutos de la noche, de hecho ya tiene diez minutos de retraso en
su hora de salida, y piensa en su
anciana madre que se preocupa cuando llega tarde, Sara coge su bolso y se despide de su amiga
Ana:
-
Anita, me retiro, nos vemos mañana. - Esta bien Sarita, que te vaya bien, cuídate que ya es un poco tarde. –
Sara, sale aprisa fuera del
hospital, cae una brisa insistente, tiene que cruzar por el parquesito que està
ubicado enfrente, y que es iluminado
solo por una luz en el poste ubicado al final,
es una luz amarillenta, y que por
la brisa da menos luz de lo normal.
Sara siente en su cara el frescor de la brisa, y como gotitas de agua le corren por el
rostro, pero eso no la detiene y camina
màs aprisa buscando cruzar el parquesito lo màs pronto posible y llegar a la
calle del otro lado, y donde talvès pueda agarrar un taxi.
Entre el hospital y la esquina donde està el poste con la luz, entre unos arboles y en la parte màs
oscura, confundida en la oscuridad
apenas se observa una silueta, que es
de una persona cubierta con un abrigo color negro, y en
cabeza un sombrero negro de alas anchas que le permiten cubrirse la parte alta
del rostro, sus manos también están
cubiertas de guantes negros, esta
agazapado, en silencio y con la cautela
necesaria para no ser visto, y observa
como una figura de color blanco ha salido del hospital, y se acerca a pasos rápidos, el hombre siente que sus sentidos de
avivan, una sonrisa apenas perceptible
se observa en su boca, y sus ojos frios toman un brìo extraño, se agacha un poco protegiéndose de ser
visto y solo en espera del momento oportuno para atacar.
Sara, siempre que ha pasado en la
noche por ese paraje ha sentido algo de temor,
y un feo escalofrìo le recorre la
espalda, pero siempre de arma de valor y
apura el paso, al fin y al cabo ya son incontables las veces que ha pasado por
ese lugar y nunca le ha pasado nada, y
piensa para si:
-
No
se porque siempre me da miedo pasar por aquí,
si nunca me pasado nada, son
puras tonterìas mìas.
Pero esta vez, no había terminado
Sara con ese pensamiento, cuando
observò como una figura negra saliò de
entre los arboles, como un rayo de
rápido, y con tanta velocidad que sin tener ella tiempo para nada la tomo del
cuello y la doblego al suelo, ella quiso defenderse y safarse y sintió
aquellas manos de una fuerza descomunal,
fèrreas, fuertes, sintió como una mano la golpeo en la frente
con la fuerza necesaria no para dormirla,
pero si para dejarle semi-inconciente,
y de esta forma poderla dominar sin problemas, el hombre le doblo ambas manos a la espalda y
se las apretò, y con la otra mano le
apretó rápido y fuerte la garganta,
después se quedo apretándola suave,
sin prisa, sintiendo gusto a lo
que estaba haciendo, su interès no era que su victima estuviera totalmente inconciente, sino que tuviera la conciencia necesaria solo para que supiera lo que le estaba pasando, que su muerte estaba cerca, y ese terror en sus ojos y en cara, era lo que disfrutaba el hombre de negro, tener el poder de ir acabando lentamente con la vida de su victima.
En su semi-inconciencia, Sara pudo
observar aquellos vidriosos y rojos, y
el rictus de aquella apenas perceptible sonrisa que saliò del rostro de aquel
hombre, como disfrutando a medida que
de nuevo apretaba su cuello, cada vez
màs fuerte y màs fuerte, y ha medida que
lo hacìa también los ojos se le ponían màs brotados, rojos,
y vidriosos, en un excitado morbo
criminal. Sara sentía que la vida se le
escapaba poco a poco, y en esos últimos
instantes se recordó del dìa de su promoción de enfermera, de como su madre disfruto acompañándola, fue el mejor premio a la constancia de su
madre por haberla ayudado en sus estudios,
se recordó de su abnegada madre siempre esperándola y preocupada cada que
llegaba noche, y como siempre apresurada
a calentarle su comida, y como mientras
comìa siempre conversaban sobre las noticias del dìa, Sara siempre le comentaba a su mama siempre
lo bueno del trabajo, y nunca le contaba
los problemas a fin de no entristecerla,
ahora en su trance mortal, Sara
se lamentaba porque su madre se quedaría esperando su llegada, pensaba – Dios mìo y ahora mi pobre madre esperándome, y que será de ella sin mi….
Un chasquito en su cuello la volvió a su realidad, sentía que se ahogaba, el oxigeno ya no llegaba a sus pulmones, sentía
que el cerebro le estallaba, sofocada,
el corazón le palpitaba extremadamente fuerte, un sudor helado se le escurrìa en el rostro y en todo el cuerpo, la lengua seca se le salia de la boca, agitadamente buscaba sin èxito como respirar, estaba
desvanecida, y observaba aquella luz tan
bonita al final de ese túnel, algo en
su interior la hacia recordar a su madre y no se quería dejar llevar por aquel túnel, pero otra fuerza muy fuerte la empujaba para
alcanzar aquella luz, y a medida que se
acercaba màs y màs, una paz
interior, una calma sobrenatural, una música preciosa, la hacían tranquilizarse, y un momento determinado se dejò vencer y se
dejo llevar por ese sendero, traspasando la línea que separa la vida terrenal
para alcanzar la vida del mas halla, el
extraño hombre termino su obra, y
extrangulo a Sara, después sin asco la
aventò entre los matorrales, y
silencioso y tétrico se retirò a pasos ligeros y desapareciò entre las sombras, misteriosamente a como apareciò.
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